jueves, 17 de junio de 2010

Reflexion - Gran Torino ( Ética )

Un hombre luchó en la guerra de Corea. Mató a muchos hombres, cargó contra ellos con bayoneta, todo por defender su país, una serie de ideas (Ética, moral, implica la forma de pensar que se formó desde que él era un muchacho), valores, formas de entender la vida. Cuando está en el entierro de su mujer contempla que su nieta lleva un piercing en el ombligo y viste como una fulana. Walt Kowalski (Clint Eastwood) ve como los valores por los que luchó se están derrumbando. Su barrio ha sido invadido por multitud de inmigrantes de diversas culturas y etnias: negros, sudamericanos, incluso “amarillos” muy parecidos a los que combatió en Corea (la aparición del multiculturalismo y presencia en su propio barrio, sociedad). Un etnocentrista intransigente se ve de cabeza en una sociedad multicultural que, encima, muestra una terrible crisis de valores. Todos los grupos culturales que allí se dan lugar sufren la misma crisis que ocasiona que los jóvenes sin rumbo se agrupen en bandas multiétnicas (si la propia étnia pierde poder de cohesión te acabas por juntar con quien sea). La abuela vecina de Walt, de la étnia sudasiática hmong, es tan intransigente como él y sus valores son tan decadentes como los suyos… ¿o quizá no?
Walt tiene cáncer de pulmón, su mujer ha muerto y sus hijos hacen lo que los hijos de nuestro tiempo hacen con sus padres: ir a verlos de vez en cuando, no comprenderlos, tratarlos como cargas inútiles, querer quitárles lo poco que tienen y meterlos en asilos. ¿Qué le queda al amargado Walt? Su coche, un Ford Gran Torino de los años 70 al que mima con devoción. Cuando a uno le fallan las personas ha de aferrarse a los objetos.
Sin embargo, un día Walt ayuda a Sue (Ahney Her), una jovencita hmong tan encantadora como ingeniosa e inteligente, del acoso de tres jóvenes macarras de color. Para un veterano de guerra que ha convivido con la muerte en el campo de batalla, unos niñatos de diecisiete años no suponen nada (mientras que cualquiera de nosotros nos cagaríamos en los pantalones). Esto me hizo pensar en otra de las consecuencias de las crisis de valores: nuestros jóvenes son flojos, débiles de voluntad y de carácter (y nosotros, que yo no soy nada viejo). ¿No será eso lo propio de no tener nada que defender que merezca la pena? ¿Que no haya nada que merezca esfuerzo y sacrificio no te hace débil? Walt tiene unos valores que defender (distintas formas de concebir la vida), luchó en la guerra por ellos, y por eso es un tipo muy duro. Aquí es donde soltará la frase que se ha hecho más célebre de la película al más claro estilo Harry el sucio:


” ¿Nunca os habéis cruzado con alguien a quien no deberíais haber puteado? – escupe al suelo – Ese soy yo.”
Sue lo introduce en el mundo hmong donde descubre que no son tan mala gente (no sé si era Pío Baroja el que decía que el nacionalismo se cura viajando). También conoce a Thao (Bee Vang), un joven débil y retraido al que acaba por apadrinar como si fuera un hijo. Poco a poco, Walt encuentra en esos niños sudasiáticos su auténtica familia (integración social). Ya no tiene que aferrarse a lo material. Sin ningún miramiento deja todas sus herramientas e incluso su Gran Torino al cada vez más hombre “atonThao” . Walt no era un hombre avaro, sólo que no había nadie que mereciera su generosidad. Y aquí es donde trasciende uno de los mensajes claves de la película: los sentimientos humanos están por encima de las diferencias culturales (respeto a la vida y respeto a los demás). Ya seas chino, sudamericano o neerlandes, que te humillen te duele y que maltraten a tu hermana duele aún más (la ética en el término de la libertad indica que esta libertad puede ser limitada solo si el otro intenta causar daño a los otros).
Y así sucede. Unos pandilleros del barrio acosan a Thao cada vez más llegando a violar a Sue y a ametrallar su casa (extrema aparición de desmesura en este caso). El deseo de venganza también rompe barreras culturales y Thao quiere ir con Walt a limpiar el honor de su hermana. Hay que tomar una terrible decisión: ¿Matar a los pandilleros y que Thao pase la vida en la cárcel o no hace nada y perder el honor? (Walt ya mato antes y luego de conocer a la familia de los chinos aprendio el respeto a los demás, pero por no dejar un legado de desdicha en el muchacho Thao, prefiere ir y ponerse como víctima y así estos maleantes inconscientes sean encerrados por su propia muerte.)
Otro tema interesante es la relación amor-odio de Walt con el Padre Janovich (Christopher Carley) parecido al que vimos en Million Dollar Baby. Supongo que muestra la contradictoria religiosidad del propio Eastwood. ¿Por qué un jovén cura recién salido del seminario va a darle lecciones de la vida y de la muerte a un hombre que ha vivido muchísimo más que él? ¿Por qué el sacerdote se ve con el privilegio de nombrarme oveja de su rebaño? ¿Cómo puede aceptar a Dios un hombre que ha vivido todos los horrores de la guerra y sigue sufriendo por ello en la actualidad? Quizá porque Walt sabe demasiado de la muerte y muy poco de la vida.
Y, de nuevo, al igual que en Million Dollar Baby, tenemos un trágico final. Walt opta por la opción éticamente más correcta al más puro estilo imperativo categórico. Hace de martir ante los pandilleros, dejándose matar para que éstos sean encarcelados y Thao tenga un futuro. Surge, de nuevo, el tema de interrumpir voluntariamente una vida, si bien desde una perspectiva muy diferente. Walt sabe que le queda poca vida porque tiene cáncer y opta por el sucidio. ¿Este suicidio es legítimo? ¿Puede ser algún suicidio legítimo? Cualquiera que viera las últimas escenas de la película diría que sí. Morir por los demás, sacrificar tu finalizada vida por otra que es aún naciente, es el acto más grande de generosidad. ¿Acaso puede entregarse algo más grande que la misma vida?
Muestra clara del derecho a la vida y derecho de la libertad de los demás, sin dañar a nadie.
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